La morosidad bancaria de los hogares alcanzó en octubre el 7,8%, el nivel más alto de los últimos 15 años. El dato, difundido por el Banco Central de la República Argentina (BCRA), confirma una tendencia que esta sección viene siguiendo desde hace meses: cada vez a más familias les cuesta cumplir en tiempo y forma con sus compromisos financieros, incluso manteniendo el acceso al crédito.
El contraste con el sector empresario es marcado. Mientras la mora de los préstamos a empresas se ubicó en 1,9%, la de los hogares más que cuadruplica ese valor, reflejando que la presión se concentra en las economías familiares. En términos interanuales, el deterioro es todavía más evidente: en octubre de 2024 la mora de los hogares era del 2,5%, lo que implica que se triplicó en apenas un año.
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Desde el BCRA señalaron que, pese al aumento de la irregularidad, el sistema financiero mantiene una cobertura adecuada. En octubre, las previsiones totales representaron el 101% de la cartera irregular, es decir que los bancos cuentan con reservas suficientes para cubrir la totalidad de los créditos en mora.
Aun así, el dato no es neutro: una mayor mora suele traducirse en condiciones más exigentes para otorgar nuevos préstamos, tasas más altas o menor disponibilidad de financiamiento. Los datos fueron relevados por un reciente informe publicado por Infobae.
Más crédito, pero con señales de alerta
El contexto es complejo. En octubre, el crédito al sector privado mostró un leve crecimiento por sobre la inflación, impulsado principalmente por líneas con garantía real. En el caso de los hogares, se destacó el avance de los créditos hipotecarios y prendarios, mientras que los depósitos en pesos cayeron 4,5% real, una combinación que tensiona el equilibrio financiero de muchas familias.
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El dato corresponde a octubre, pero integrantes el sistema bancario local advirtieron a ADNSUR que incluso en noviembre, el problema podría haberse agravado. En este escenario, el uso intensivo de instrumentos de financiamiento de corto plazo -como las tarjetas de crédito- aparece como uno de los principales focos de riesgo, especialmente cuando se recurre de manera sistemática al pago mínimo.
El pago mínimo: una salida que se vuelve trampa
Una simulación realizada por técnicos bancarios y difundida recientemente por el mismo diario permite dimensionar el problema generado por el llamado ‘efecto revolving’.
El caso analizado contempla a un usuario con un límite de tarjeta de $2.000.000, que todos los meses realiza consumos por $500.000 en un solo pago y $600.000 en seis cuotas, y que abona únicamente el pago mínimo en cada cierre de resumen.
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En los primeros meses, el esquema parece manejable. Sin embargo, rápidamente el efecto acumulativo de los intereses, junto con el IVA (un dato que no siempre se tienen en cuenta) comienza a pesar.
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En el primer mes, el pago mínimo representa cerca del 25% del saldo. Para el segundo, ya sube al 28%, y en el tercer mes alcanza el 44%. A partir del cuarto mes, los intereses ganan cada vez más espacio en el resumen, y hacia el sexto y séptimo mes, el pago mínimo llega a representar hasta el 65% de la deuda total.
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Lo impresionante de la simulación reflejada por Infobae aparece al observar la evolución del pago mínimo por parte de ese hipotético usuario. Mientras el primer mes, ese valor representa $150.000, sobre un consumo total de 600.000 pesos, al sexto mes se transformó en un monto de $1.263.000.
En la simulación, el pago mínimo mensual llega a multiplicarse casi por diez hacia el sexto mes, aun cuando el nivel de consumo se mantiene estable. El salto no responde a un mayor gasto, sino a la acumulación de intereses y a la ampliación del saldo financiado.
En seis meses, el usuario acumula consumos por $6.600.000, pero la deuda total trepa a cerca de $8.000.000, estimativamente. Es decir, entre uno y dos millones de pesos no responden a nuevos gastos, sino a intereses e impuestos que se fueron incorporando mes a mes.
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El resultado es claro: el usuario mantiene el acceso al crédito, pero cada vez paga más para reducir menos, mientras el límite disponible se achica y la deuda financiada se consolida. La tarjeta sigue funcionando, pero a un costo financiero creciente que se vuelve difícil -y en muchos casos, imposible- de revertir.
Este tipo de comportamientos ayuda a entender por qué la morosidad de los hogares crece con más fuerza que la de las empresas. A diferencia de los créditos productivos, las deudas familiares suelen estar asociadas a consumo corriente, con menor margen para reprogramaciones y con ingresos que no siempre acompañan el ritmo de los intereses.
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Tal como viene advirtiendo Economía en casa, el problema no aparece de un mes para otro: se construye lentamente, resumen tras resumen, cuando el pago mínimo se transforma en regla y no en excepción.
El IVA sobre los intereses: el costo que casi nadie mira
Un aspecto clave -y muchas veces ignorado por los usuarios- es que los intereses de la tarjeta de crédito también pagan IVA. Cada vez que un saldo se financia y genera intereses, el banco aplica la alícuota del 21% sobre ese monto, que se suma automáticamente al resumen. Es decir, el usuario no solo paga intereses por no cancelar el total del consumo, sino que también tributa un impuesto sobre ese costo financiero.
En esquemas de pago mínimo sostenido, este IVA se acumula mes tras mes y pasa a formar parte de la deuda financiada, potenciando el efecto “bola de nieve”. En la práctica, una porción creciente del resumen mensual deja de responder a gastos concretos y pasa a estar explicada por intereses e impuestos, un factor que acelera el crecimiento del saldo aun cuando el nivel de consumo se mantenga estable.
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Algunas claves para evitar el desborde
Frente a este escenario, especialistas recomiendan algunas pautas básicas:
• Evitar el pago mínimo como hábito: utilizarlo solo en situaciones excepcionales.
• Reducir consumos en cuotas cuando ya existe saldo financiado.
• Revisar el costo financiero total de la tarjeta, no sólo la tasa nominal.
• Priorizar cancelar saldos rotativos antes de asumir nuevos compromisos.
• Evaluar alternativas de refinanciación con tasas más bajas si la deuda ya se volvió inmanejable.
Los números del BCRA muestran que el sistema financiero todavía tiene espalda para absorber el aumento de la mora. Pero para las familias, el margen es mucho más estrecho. En un contexto de ingresos ajustados y crédito más caro, el verdadero desafío está en anticiparse, antes de que el resumen mensual termine de confirmar que la cuenta ya no cierra.
