Un mural para aprender y pertenecer: arte, ciencia y comunidad en la Escuela 183

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Lo que comenzó como una mirada atenta sobre un mural desgastado terminó convirtiéndose en una experiencia educativa colectiva que hoy deja huella en la comunidad escolar. En la Escuela N° 183 “Golfo San Jorge”, el proyecto “Flora y Fauna” logró integrar arte, ciencias y trabajo colaborativo a través de la creación de una serie de murales inspirados en la biodiversidad patagónica.

“La idea surge cuando llego a la escuela en 2023 y veo ese muro que ya tenía muchos años. Siempre trabajé mucho la fauna y flora chubutense en el aula, y automáticamente me imaginé ese espacio transformado”, explicó la directora Natalia Piñeiro a El Patagónico. La propuesta tomó forma cuando fue presentada a la cooperadora escolar y luego elevada al Fondo de Asistencia Educativa Municipal (FAEM), que aprobó el financiamiento para la compra de materiales.

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El desafío artístico fue asumido por el docente de Artes Visuales Agustín Huberty, quien estuvo a cargo del diseño general y del boceto original. “El dibujo base lo hice yo, pero el 80% del trabajo final es de los chicos. Ellos pintaron, eligieron colores, participaron activamente, siempre con algunos lineamientos y correcciones mínimas”, detalló el profesor.

La experiencia involucró a estudiantes de cuarto, quinto y sexto grado, articulando contenidos de Ciencias Naturales, Biblioteca, Lengua y Artes Visuales. Antes de comenzar a pintar, los cursos realizaron una investigación previa sobre especies autóctonas, utilizando bibliografía escolar y material didáctico con aval científico, como los juegos Ludogonia. “La idea fue que no sea solo pintar, sino conocer cómo son los animales, su fisonomía, sus colores reales. Por eso el mural es realista, no caricaturizado”, remarcó Piñeiro.

La logística no fue sencilla: participaron alrededor de 260 alumnos, organizados por días y turnos, con el acompañamiento permanente de docentes y personal auxiliar. A eso se sumaron las dificultades climáticas propias de la región. “Todas las alertas por viento nos tocaron justo en ese período”, recordó Piñeiro. Finalmente, el pintado se concretó entre fines de octubre y principios de noviembre.

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Más allá del resultado estético, ambos coinciden en el impacto pedagógico y emocional de la propuesta. “Es una articulación real entre la teoría y la práctica. Ellos estudiaron la flora y la fauna, pero después la llevaron a la acción. Eso es altamente significativo”, sostuvo la directora. En la misma línea, Huberty destacó que “las artes no tienen que quedar solo en una carpeta; trabajar al aire libre, en otro soporte, genera entusiasmo, compromiso y otra alegría”.

El proyecto también fortaleció el vínculo con las familias, que colaboraron con pinceles, ropa y acompañamiento. De cara al futuro, la escuela proyecta ampliar la iniciativa e invitar a madres y padres a participar activamente. “La escuela tiene que salir a la comunidad y la comunidad tiene que entrar a la escuela. Eso genera pertenencia”, subrayó Huberty.

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Ese sentido de pertenencia es, quizá, uno de los logros más importantes del mural. “El cuidado posterior depende de todos. Ellos son parte del barrio, transitan este espacio y ahora saben que ese mural también es suyo”, concluyó la directora, dejando en claro que el arte, cuando se construye de manera colectiva, también educa, integra y transforma.

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