El expreso pedido del filósofo francés Michel Foucault (1926-1984) de que no se publicaran textos póstumos suyos es tan conocido como las diferentes estrategias que se emplearon para vulnerarlo. Lo cierto es que el caudal de trabajos publicados en los cuarenta y un años transcurridos desde la muerte del influyente pensador supera con creces la modesta cantidad que entregó él mismo a imprenta. En su mayor parte, estos inéditos consisten en conferencias y cursos. Pero, ocasionalmente también han aparecido libros, como el cuarto volumen de la Historia de la sexualidad, titulado Las confesiones de la carne, publicado en 2018. Recientemente, dos nuevos textos se han sumado a esta serie de “novedades póstumas”: El discurso filosófico y La cuestión antropológica.
El primero de ellos consiste en un trabajo proyectado como libro, que el filósofo habría comenzado a redactar en julio de 1966, apenas unos meses después de la aparición de Las palabras y las cosas, texto que resultó un sorprendente éxito en cuanto a ventas y que lo colocó en el centro de diversas polémicas con figuras de renombre como Louis Althusser y Jean-Paul Sartre. Pero, además, se trata de uno de los tantos momentos bisagra en el camino intelectual de Foucault, ya que por entonces estaba a punto de mudarse a Túnez, dejando atrás su puesto como docente de Psicología en Francia, para hacerse cargo, por primera vez, de una cátedra de Filosofía. Quizás esto último sea lo que contribuyó a que se preguntase por la tarea específica de la Filosofía. Siguiendo a Nietzsche, planteará que dicha tarea consiste en hacer un diagnóstico del presente: “Decir lo que se deja ver en lo que se ve todos los días. Sacar a la luz, de súbito, la hora gris en que nos encontramos. Profetizar el instante”.
Para ahondar en el análisis de dicha tarea, Foucault recurre al método arqueológico que ya había empleado en Las palabras y las cosas y lo enfoca en el discurso filosófico: “Todas las filosofías –sostiene el autor– tienen su condición de existencia en este discurso (…) La descripción del discurso filosófico es un análisis de las condiciones de posibilidad de la filosofía, pero de sus condiciones históricas de posibilidad”. Las particularidades del discurso filosófico se pondrán de manifiesto mediante una confrontación con otros tipos de discurso como el científico, el literario, el religioso y el del lenguaje ordinario, fundamentalmente en tres momentos: el de su surgimiento como tal, en el siglo XVII, con Descartes; el de la crisis de la metafísica a partir de Kant y, finalmente, el de la descomposición del discurso filosófico con Nietzsche: “Lo que la mutación nietzscheana preparó para nosotros son las dificultades propias de un discurso filosófico que, al perder sus criterios distintivos, perdió a la vez sus modos esenciales de funcionamiento”.
Los tres últimos capítulos de El discurso filosófico, si bien retoman el desarrollo de la mutación nietzscheana, muestran un desplazamiento conceptual –fundamentalmente por la fuerte irrupción del concepto de “archivo”–, que podría llevar a pensarlos como parte de un proyecto diferente del desplegado en los capítulos anteriores. La lectura de El discurso filosófico deja latente la intriga acerca de por qué Foucault habrá decidido no publicarlo en su momento ya que, más allá de que siempre un texto puede ser objeto de revisiones (y el filósofo francés era reconocido por su obsesión al respecto), su planteo es ciertamente original y su estructura consistente.
El otro texto recientemente recuperado, La cuestión antropológica, consiste en el material de trabajo elaborado por Foucault en 1954-1955 para dictar un curso a estudiantes de la École Normale Supérieure y quizá también de la Universidad de Lille. Es sabido que Foucault preparaba sus clases muy meticulosamente y que al dictarlas dejaba muy poco lugar para la improvisación o las digresiones. De ahí que la lectura de este material permita recrear en cierta medida las clases en cuestión. Pero al tratarse de apuntes, esquemas, y no de desgrabaciones, la fluidez de la lectura por momentos se dificulta. Como su título lo indica, el curso tiene como objeto a la antropología, pero para ser puesta en cuestión. No propone un recorrido por concepciones antropológicas, sino que invita a explorar las condiciones que la hicieron posible (e imposible) desde una perspectiva filosófica. A grandes rasgos, los autores y los períodos abordados coinciden con los que una década más tarde trabaja en El discurso filosófico: la época “clásica”, cuyo protagonista central es Descartes, donde la interrogación antropológica es imperceptible como tal; la época “moderna”, donde Kant abre la posibilidad de la pregunta por el ser del hombre y, finalmente, la inaugurada por Nietzsche, que hace estallar los planteos anteriores.
Gilles Deleuze dijo, alguna vez: “A Foucault nunca se lo contemplaba exactamente como a una persona (…) Era un conjunto de intensidades”. Hoy parece un hecho que aunque sus restos mortales descansen en un cementerio francés desde 1984, aquel conjunto de intensidades se encuentra más activo que nunca merced a su fantasma invocado incansablemente por sus editores.
El discurso filosófico
Por Michel Foucault
Siglo XXI. Traducción: Horacio Pons
320 páginas, $ 29.990
La cuestión antropológica
Por Michel Foucault
Siglo XXI. Trad.: H. Pons
320 páginas/ $ 29.990