Javier Ortega, de 37 años, nació en el barrio Jorge Newbery de Comodoro Rivadavia, pero durante los años noventa su familia emigró a Coyhaique, en la Patagonia chilena. Su madre, Rita Ruth Ramírez, había llegado a la región siendo muy joven para trabajar en casas de familia en Rada Tilly, y luego volvió a Chile hace algunos años. La crisis económica de aquel tiempo empujó a miles de familias a cruzar la cordillera, y los Ortega no fueron la excepción.
“Yo vengo de una crianza chilena. Desde los cinco hasta los dieciséis años viví allá. Por eso mis primeros recuerdos musicales están ligados al rap, que allá era muy popular. Lo primero que escuché fue Tiro de Gracia, y desde entonces siempre tuve el arte cerca, nunca lo viví como algo exclusivo”, recuerda en comunicación con El Patagónico.
Embed – Javier Ortega – El Amor
La primera vez que vio a un artista fue en su propio barrio, apenas a tres casas de distancia. “Eso me marcó: el arte era parte de la vida cotidiana, no algo lejano. El rap me atrapó desde el inicio porque tenía algo de calle, algo que hablaba de lo que vivíamos nosotros”. Con los años, su escucha se amplió hacia el rap en inglés, con la convicción de que en las raíces afrodescendientes estaba la matriz cultural del género.
Entre los artistas locales que lo marcaron en sus primeros años en Comodoro menciona al poeta Jorge Spíndola, referente cultural con quien amplió su horizonte creativo, y a músicos como Ramón Queipul, con quienes encontró contención y diálogo en momentos difíciles.
REGRESO A COMODORO
A principios de los 2000, Ortega regresó a Comodoro. Tenía poco más de 16 años y traía consigo la impronta del freestyle aprendido en Chile. “En esos años improvisábamos por gusto, no desde la competencia como se ve hoy. Para mí fue natural empezar a rapear así”.
En Comodoro formó parte del primer grupo de hip hop de la ciudad, Poesía Urbana, donde se mezclaban jóvenes que rapeaban o bailaban en un contexto hostil, dividido por tribus urbanas que solían enfrentarse a golpes: cumbieros, heavys, punks. “No había convivencia, era todo a las trompadas. Hoy las tribus urbanas se mezclan más, pero en ese momento era jodido”.
Las plazas y la Escuela de Arte fueron sus primeros escenarios. “No había recitales de rap. Todo era a partir de encuentros culturales que nosotros mismos organizábamos. Después, con los años, eso cambió, pero al principio había que remarla mucho”. En ese tiempo también empezaron a surgir colaboraciones con bandas locales de otros géneros, un cruce que años antes habría sido impensado.
Embed – Poesía Urbana Periferia | Acá no es Brisa 2019
POLÍTICA, BARRIO Y MEMORIA
La escritura llegó en la adolescencia, cuando empezó a leer sobre política y filosofía. “Lo primero que leí fue sobre anarquismo. Después me encontré con Lenin y me cambió la cabeza. Pero los libros me llegaron por la calle, no por la escuela. Mi formación fue cultural, política, de barrio”.
Criado en un entorno allendista y campesino, recuerda que en su familia siempre estuvo presente la memoria de la dictadura y la resistencia popular. “No vengo de una familia política formada, pero sí de una familia campesina donde la cuestión política siempre estaba cerca”.
Su lírica está atravesada por esa experiencia, pero también por la violencia institucional y las pérdidas personales. La desaparición forzada de Iván Torres y el asesinato de su hermano Franco marcaron su vida para siempre. “Yo tengo una política que es ni olvido ni perdón. A mi hermano lo mataron de una forma muy fea, y esa herida no se cierra. Franco era el típico turro de barrio, querido por todos, un pibe bueno que no merecía ese final. Cuando pasó lo suyo sentí que algo en mí cambió para siempre: me hizo perder el miedo, me volvió más frontal, más decidido a decir las cosas sin filtro”.
Sin título
Con el tiempo aprendió a recordarlo con alegría, con la imagen de ese joven querido en el barrio, pero la ausencia sigue presente en cada una de sus letras. “La muerte de mi hermano me dio fortaleza, me endureció, pero también me enseñó a no olvidar jamás. Nunca me olvido de los pibes asesinados o desaparecidos””.
En su música también se reconoce la raíz mapuche. “Vengo de una familia con sangre mapuche, aunque no reconocida oficialmente. Con el tiempo me acerqué a comunidades, aprendí de su lucha y de su cosmovisión. Muchos peñi me dicen que se sienten representados en mis letras, y eso para mí es valioso. Yo no soy un referente, pero sí pongo esas palabras en mis canciones porque son parte de mí”.
Embed – javier ortega on Instagram: «Hoy se hacen 13 años del cobarde asesinato de mi hermano franco ortega a manos de un soldado de proxeneta. Hace 13 años que tengo la misma postura, a cualquier proxeneta o amigo de la poli cagada a palos en donde sea, Mi hermano tenía 20 años, pibe vago, querido por los vandidos y por los mas tranquilos del barrio, esa frase de que el amor vence al odio metansela en el culo manga de logis, porque mientras los clase media piensan así, en los barrios a los pibes los asesinan los fiolos, los transas o la gorra, violencia se responde con violencia, así como hicimos nosotros, 13 años sin vos hermano, el dolor nunca se va, te llevo conmigo pa todos lados. Ni olvido ni perdón FRANCO ORTEGA PRESENTE AHORA Y SIEMPRE Como dice mi amigo el malandro vivan los pibes cabeza.»
Aunque se define como “poco políticamente correcto”, Ortega también reflexiona sobre los cambios en torno a la masculinidad. “Me crié a los golpes, en ambientes violentos, y aprendí que a la violencia se la responde con más violencia. Pero también entendí que hay cosas que tienen que cambiar. Podés ser vago o atorrante, pero al lado tuyo hay una mujer y no podés olvidarlo. Las pibas se ganaron las calles a fuerza de lucha”.
Embed – Javier Ortega _ Habitual
RUMBO A BUENOS AIRES: MÚSICA, BOXEO Y ANTIFASCISMO
Tiempo después se instaló en Buenos Aires. Allí primero encontró en el teatro callejero una salida laboral. “El teatro me dio de comer, pero nunca lo amé. Lo que realmente me apasiona es la música”. Con el tiempo decidió lanzarse como solista, dejando atrás antiguos seudónimos, y presentándose como “Indio Javi”.
En Buenos Aires se ganó un lugar a fuerza de autenticidad. “No tengo la estabilidad económica que me gustaría, pero sí el respeto de mis pares, desde el under hasta el mainstream. Para mí, eso es haber ganado”.
Además de la música, Ortega se volcó al boxeo en el club La Cultura del Barrio, en Villa Crespo, “el primer club deportivo y cultural antifascista de Latinoamérica”. Llegó de la mano del bajista de La Delio Valdez, y nunca más se fue. “Ya tengo 13 o 14 peleas y ahora también doy clases”.
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Foto: Instagram @lablunty
El boxeo, dice, le dio disciplina y otra manera de canalizar la violencia. “Para mí es el deporte menos violento que existe, porque está lleno de respeto y valores. Es una herramienta de autodefensa, sobre todo en estos tiempos. Creo que mujeres, pibes y disidencias deberían aprender a pelear sí o sí”.
El club también tiene un proyecto social en Isla Maciel donde se le da oportunidades a los jóvenes para que tengan otra salida. “El boxeo puede ser una herramienta para transformar realidades”.
Embed – La Cultura del Barrio • Deportes on Instagram: «MIRATE TODO LO SUCEDIDO EN EL CLUB POR YOUTUBE Y SUSCRIBITE ASÍ TE ENTERAS AL INSTANTE. Entra : https://youtube.com/@laculturadelbarrioboxeo3429?si=pTKv2SnL0B5rDoxz Gracias a @ramabrunel por toda la dedicación en y a @nicolas.valdes.removedor por los diseños de los afiches. 2025 SEGUIMOS PEGANDO ACCION ANTIFASCISTA BUENOS AIRES CLUB SOCIAL Y DEPORTIVO LA CULTURA DEL BARRIO VILLA CRESPO»
Crítico de todos los gobiernos, Ortega no duda en analizar el presente. “Lo que viene no va a ser bueno. Todos decimos que ojalá este gobierno dure lo menos posible, pero también preocupa lo que viene después. Hay una falta enorme de referentes. Yo me considero leninista, pero entiendo que la clase trabajadora cambió, ya no es la misma. Hay que repensar todo”.
COMODORO SIEMPRE PRESENTE
A pesar de la distancia, Ortega mantiene un fuerte vínculo con su ciudad natal. “Para mí Comodoro es la ciudad más linda del país. Tiene playa, tiene viento. Es violenta, sí, pero cuando te criás ahí lo terminás normalizando. Esa contradicción me define”.
El recuerdo de su hermano, la memoria de Iván Torres y de tantos pibes asesinados o desaparecidos lo acompañan en cada letra. Su música es testimonio y resistencia, un rap que no busca evadir la realidad sino nombrarla.
“No me interesa ser políticamente correcto. Me interesa que lo que diga sea real, que hable de lo que vivimos en los barrios. Para mí la música es memoria, barrio y resistencia”.