Las MAI de Comodoro: las maestras que sostienen la inclusión escolar de más de 800 niños con distintos desafíos de aprendizaje

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“Seño, ¿viste que yo puedo aprender a leer y escribir?”, “Sí, vas a aprender a leer y escribir”. La escena se repite una y otra vez, cada vez que el alumno de cuarto grado ve a su maestra de apoyo a la inclusión (MAI). Cuando Marina conoció al pequeño no sabía leer ni escribir pero a los tres meses, cuando  terminó la suplencia en esa escuela, el estudiante ya identificaba algunas sílabas gracias al trabajo conjunto que hicieron con la docente de grado, la maestra de apoyo y la MAI. Lo que nunca imaginó Marina es que, cuatro meses después la docente del pequeño la iba a invitar al acto de fin de curso y el alumno iba a leer al frente de toda la escuela. “Fue una emoción enorme”, admite, emocionada cuando lo recuerda. 

Marina es una de las MAI de Comodoro, las Maestras de Apoyo a la Inclusión que realizan un trabajo invisible pero fundamental para ayudar a niños que tienen diferentes desafíos del aprendizaje.

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En Comodoro hay 57 MAI de nivel inicial y primario que dependen del Centro de Servicios Alternativos y Complementarios N° 554. Foto: Archivo CESAC.

LAS MAI DE COMODORO

A diferencia de los docentes de grado, ellas no trabajan en una escuela específica, sino que tienen una sede operativa y prestan servicio en diferentes establecimientos. Así, una puede abocarse a la atención de la matrícula de una sola escuela o dos, yendo de un lado a otro durante la semana en un trabajo que va mucho más allá del aula.  

Su sede principal está ubicada en un pequeño edificio de la calle Saavedra. Allí funciona el Centro de Servicios Alternativos y Complementarios N° 554, una institución que tiene una matrícula de 832 estudiantes de nivel inicial y primario que atraviesan una trayectoria educativa en proceso de inclusión, acompañados por algunas de las 57 docentes que hay en turno mañana y tarde. 

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Gabriela Villagra es la directora del CESAC. En mayo de este año, la docente que también fue MAI, asumió su cargo luego de haberse desempeñado como vicedirectora del establecimiento. Está acompañada por Marina Aguilar y Karina Ali, vicedirectoras del turno tarde y mañana, respectivamente.

“Nosotros trabajamos con niños que tienen más que nada una discapacidad intelectual desde lo cognitivo”, explica Gabriela al comenzar la charla. “Este es el único Centro de Servicios Alternativos y Complementarios que atiende los dos niveles en Comodoro Rivadavia, entonces nuestra intervención es tanto en Comodoro como en Rada Tilly, de punta a punta”, agrega con orgullo.

La escuela recientemente cumplió 30 años y aún espera culminar la obra de su edificio propio. Inicialmente funcionó en el interior de la escuela 501, en 25 de Mayo y Ducós, y desde 2014 se encuentra en Saavedra al 200. 

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“Es una tarde ardua” dice Gabriela. “Las chicas trabajan tanto dentro del aula como fuera del aula, y en red con otras instituciones sociales”, agrega, mientras mira a sus compañeras. 

¿Pero cúal es el trabajo de una MAI? Julieta Angela Jaramillo, lo explica. “Nuestro trabajo se enfoca desde el nivel inicial en poder acompañar al niño y a su familias, muchas veces antes de tener un diagnóstico, pero también para poder llegar a ese diagnóstico y después en relación al certificado que encuadra a nuestro trabajo. Creemos que el aprendizaje no es solamente con el lápiz y el cuaderno, sino que hay un universo de posibilidades para que el niño pueda aprender. Entonces nosotras llevamos estrategias y pensamos en conjunto de qué forma este niño puede adquirir la lecto escritura u otros recursos. Pero nuestra función abarca tres dimensiones: la institucional, la pedagógica y la familiar, porque la MAI está no solo en el ámbito del aula sino también afuera”.

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Como dice Julieta, el trabajo de una MAI es en red, principalmente con la docente de grado, la maestra de apoyo, si lo hay, y también la terapeuta en caso de que exista su rol en la vida del niño. En su caso, es MAI desde 2018 y a lo largo de estos años ha pasado por varias instituciones. En la actualidad presta servicios en la Escuela 23 de Kilómetro 8, a donde asiste de lunes a viernes, con una matrícula de 10 estudiantes. 

Daiana Vidal, por su parte, es MAI desde hace 13 años, trabaja con nivel primario y, como la mayoría de estas profesoras de Educación Especial con orientación en capacidad intelectual, se formó en el Instituto 802. “Es una matrícula muy diversa”, dice en relación al trabajo que ellas realizan en las escuelas. “Hay niños del espectro autista, trastornos del lenguaje, síndrome de down, trastornos de habilidades escolares, entre otros, y siempre trabajamos con la familia, porque muchas veces sucede que los chicos llegan al jardín y es ahí cuando la docente detecta desafíos en el aprendizaje y comienza realmente la búsqueda de los papás. Entonces es importante trabajar con ellos”. 

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Daiana y Julieta son MAI en diferentes escuelas de Comodoro.

Foto: Fredi Carrera – ADNSUR

Las MAI son profesoras en Educación Especial. El último año de sus carreras en las prácticas en escuelas hicieron el proceso de inclusión como MAI y también en escuelas de educación especial, es decir en alguna de las 500. Así descubrieron el universo completo de su especialidad. 

En muchos casos, no solo trabajan como MAI, sino también como acompañantes terapéuticas, combinando un doble rol ante la gran demanda que hay y lo mal paga que puede ser la carrera docente. 

En el pasado, las MAI solo llegaban a aquellos que tenían alumnos que tenían Certificado Único de Discapacidad (CUD), pero en la actualidad su intervención alcanza a todos aquellos chicos que tienen algún desafío del aprendizaje, más allá de que asistan a alguna escuela 500 o tengan CUD. 

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Por esa razón, habitualmente, a principio de año, el primer proceso que atraviesan es identificar a aquellos niños que tienen desafíos del aprendizaje vinculados a una cuestión pedagógica y quienes necesitan contar con una educación adaptada. 

Los desafíos suelen ser complejos, admiten. No solo se trata de no saber leer ni escribir, sino también comprensión lectora, atención, numeración, entre otros desafíos que se presentan en el aula y con los cuales los chicos deben convivir. 

Entre risas, cuentan que toda MAI en sus herramientas de trabajo tiene plastificados, pictogramas y anillados. Es su forma habitual de trabajar para que los niños puedan acceder a los diferentes contenidos. 

Julieta, Gabriela, Karina, Marina y Daiana, son parte del equipo del Centro de Servicios Alternativos y Complementarios N° 554.

Foto: Fredi Carrera – ADNSUR

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UNA TAREA FUNDAMENTAL PARA LA INCLUSIÓN

Los desafíos son muy variados. Gabriela explica que hay “muchas cuestiones desde lo conductual. Y a veces pasa que no todas las situaciones son para abordar desde la educación especial, porque las funciones cognitivas de esos niños tienen pleno desarrollo y hay otras cosas que tiene que ver más con organización familiar, otras cuestiones que exceden a la que es nuestra tarea”.

En relación al abordaje, la directora explica que se trabaja “con el modelo social de la discapacidad, entendiendo que no es algo inherente a la persona sino que está en relación al contexto. Entonces siempre nuestras intervenciones son pensadas desde la posibilidad de acceder a los aprendizajes, a la propuesta y a recibir el apoyo y los ajustes que necesite ese estudiante, al margen de cual sea su condición”.

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Marina asiente mientras Gabriela habla y suma: “Vemos a la escuela desde la inclusión. Creemos que todos los estudiantes pueden aprender. Hay estudiantes que por contexto o por las familias no han podido acceder a leer y escribir y están en quinto o sexto grado. Pero estamos convencidas de que con un buen dispositivo, un trabajo conjunto, el estudiante puede aprender a leer y escribir”. 

Es que como dice Julieta: “Nuestro norte es la inclusión, que nuestros estudiantes puedan compartir con compañeros de su edad en la escuela”.

El equipo del CESAC mantiene reuniones periodicas para analizar y evaluar el trabajo que realizan en las escuelas. Foto: CESAC.

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CONTENER Y AYUDAR A OTROS

Marily Aldana también es parte del equipo de las MAI. En su caso, hace 6 años trabaja como maestra de apoyo a la inclusión y hace 15 trabaja en escuelas como acompañante terapéutica. En la actualidad cumple funciones en la Escuela 143, pero a lo largo de su trayectoria ha pasado por más de 10 escuelas.

“Para mí ser MAI es un sueño cumplido, lo que siempre anhelé”, dice con emoción al referirse a su labor. “Me gusta poder servir a los niños que necesitan que los acompañen y los escuchen, que les brinden los recursos y herramientas que ellos necesitan para aprender respetando cómo ellos lo pueden hacer”.

En su caso comenzó a estudiar para maestra de educación especial en 2010, unos meses después de que su mamá falleció. Marily admite que ese proceso fue fundamental en la elección de su carrera y explica por qué. “Mamá falleció en septiembre del 2009 y el último período de su enfermedad la acompañé mucho. Me emancipé para poder acompañarla a Buenos Aires, porque la enfermedad que tenía hizo que quede con una discapacidad del 80%, entonces me emancipé y era la cara de ella ante los médicos. Iba a las obras sociales, peleaba con médicos auditores con 21 años. Fue un proceso largo que tuvimos que pasar y cuando ella falleció dije ‘algo tengo que hacer para poder ayudar a todos en general’. Entonces pensé ‘¿qué podría llegar a ser teniendo en cuenta que siempre quise trabajar con nenes?’ Ver toda esa burocracia, cómo juegan las obras sociales con la necesidad de las personas cuando realmente están necesitando cobertura en todos los aspectos hizo que al año siguiente me anotara en la carrera, y comencé”. 

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Marily (segunda desde la izquierda) hace 6 años trabaja como maestra de apoyo a la inclusión y hace 15 trabaja en escuelas como acompañante terapéutica. Foto: Archivo CESAC.

Marily admite que se trata de un trabajo conjunto: “en red, con la familia, los terapeutas si realizan terapias, con el docente de grado, el equipo directivo de la escuela y la MAI. Siempre se trabaja así y, si todo está encaminado, hay un progreso enorme en lo que puede lograr ese estudiante, porque es procesos de inclusión; es decir, se busca que el estudiante esté inmerso en una escuela de nivel, pero con una propuesta acorde a su desafío y a su ritmo de aprendizaje”.

Lo cierto es que no siempre fue así. La educación especial, al igual que muchas cosas, ha evolucionado a lo largo del tiempo. En el pasado, el niño que tenía CUD trabajaba con una propuesta diferente a la del grado en el que cursaba; en la actualidad se busca que el contenido sea el mismo, pero adaptado al aprendizaje del estudiante.

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Al igual que Marily, muchas docentes eligieron este camino por algún proceso que atravesó sus vidas. Como dice Gabriela: “Esto nos interpela en nuestra subjetividad, nos cala muy hondo, porque cada una de nosotras tiene una historia muy significativa o que ha dejado huellas por la cual luego, con el paso de los años y el transitar de la vida, terminamos eligiendo esta profesión; yo creo que, en general, es para reafirmar y reivindicar derechos: de ser, de estar, de aprender; de que el otro puede y tiene todo el derecho de aprender y convivir”.

Parte del equipo de Maestros de Apoyo a la Inclusión del turno mañana y tarde. Foto: CESAC.

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Lo cierto es que su rol va mucho más allá del aula. A veces son contención para los padres y también el nexo con terapeutas e instituciones, pero, como todos, tienen su recompensa. “Me llena mucho que te valore tanto el niño, el estudiante con el que estás trabajando”, dice Daiana.

 “Ellos te esperan, te reciben y ven que juntos estamos construyendo algo. Entonces, compartir sus logros es algo muy lindo”, agrega.

“Sí”, coincide Julieta. “Quizás lo que para otros son logros insignificantes o muy mínimos para nosotros son inmensos logros. Somos ese vagón que va empujando para que las cosas sucedan, porque la tarea es posible: los chicos pueden desarrollarse en una sociedad donde todos los aceptan”, agrega con emoción.

Una MAI debe tener pictogramas, también anillados, pero, sobre todo, “flexibilidad, empatía, asertividad, comunicación, apertura, predisposición al trabajo con el otro, respeto y, antes que nada, ser buena persona”, dice Gabriela. “Significa posibilidad, tener un gran compromiso y una responsabilidad inmensa; pensar que hablamos con personitas a las que tenemos que abrirles el camino o ir poniendo pequeñas ayudas para que puedan llegar”.

“Es predisponer mi vida para otros en todo sentido, porque uno no solamente trabaja con niños, sino con adultos, con los padres, con todo lo que ellos traen, y las dificultades que pueden tener. Ser MAI es mucho más, es poder escuchar a un niño, mirarlo a los ojos y saber cómo lo está pasando y cómo uno lo puede ayudar”, agrega Marily, con la emoción de saber que cumplió su sueño, ayudar a otros nenes a aprender y convivir en un sistema que aún debe trabajando para que la inclusión se convierta en convivencia.

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