Las funciones se realizaron a sala llena, a las 14 y 19 horas del viernes 1 de agosto. En la pantalla se proyectaron los cortometrajes producidos por estudiantes de la ENERC, Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica, en su sede Comodoro Rivadavia. Lejos de ser una simple muestra, fue el resultado visible de un extenso proceso técnico, creativo y colectivo que involucró diseño, guion, animación, dirección, producción y, sobre todo, compromiso emocional.
“Nuestro corto Aqualuz nació como una idea compartida. Nuestro compañero Miguel, de Rosario, ya tenía una base de guion. Nos pusimos a trabajar por videollamadas, tiramos ideas, sumamos elementos. Ahí surgió usar el agua como una metáfora de los nervios”, contó Sebastián Ángel Gutiérrez, de 21 años, vecino del barrio Abel Amaya y egresado del Colegio Salesiano Dean Funes a El Patagónico. Y agregó un detalle clave del proceso creativo: “Lo del agua no estaba en el guion original. Se nos ocurrió en una lluvia de ideas. Pensamos en cómo representar los nervios y dijimos: usemos el agua”.
María Amalia Sire, 27 años, nacida en El Bolsón, quien cursó la Escuela N.º 109 en su ciudad natal y se graduó en la Escuela Provincial 757 “Presidente Hipólito Yrigoyen” de Comodoro Rivadavia, también formó parte del equipo de Aqualuz (que completan Miguel Ángel Elena, Candela Mendoza, Daniel Alejandro Pérez e Ignacio Almada). Recordó el trabajo previo a la producción: “Primero armamos el grupo, definimos los roles. Yo fui la productora. Me ocupé de armar los calendarios, coordinar tiempos y tareas. Si no hay alguien que lleve el ritmo, las cosas no se mueven”.
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El corto fue realizado en coproducción entre estudiantes de Comodoro y Rosario. “En la etapa de preproducción hacíamos reuniones todas las semanas. Trabajamos diseño de arte, concept art, guiones gráficos, y pensamos cómo representar en 3D lo que imaginábamos. La idea era prever todo para que en animación no haya sorpresas”, explicó Sebastián. María coincidió: “En el 3D tenés que prever todo en la preproducción. Mientras más planeás, menos problemas tenés después en la animación”.
La historia gira en torno a una joven que quiere confesar sus sentimientos, pero no se anima, y sus emociones se manifiestan en forma de agua. “Ella tiene que atravesarlas. Queríamos representar ese momento de ansiedad, esa lucha interna”, detalló María.
Zoe Analí Hernández, de 20 años, nacida en Trelew (Barrio Norte) y egresada de la Escuela del Sol de Comodoro, dirigió Lucas (producción realizada junto a Sebastián Gutiérrez, Giuliana Amoroso y Mateo Rossit), un corto en animación 2D inspirado en las estéticas de UPA (United Productions of America fue un estudio de animación conformado por ex-animadores de Disney que buscaban mayor libertad para experimentar en la animación. Se caracterizaron por su síntesis en figuras geométricas, inspiradas en el cubismo y surrealismo, y su animación característica con baja tasa de fotogramas) y Cartoon Network. “La historia trata de un niño amante de los detectives. Un día, su madre pierde el anillo de casamiento y él inicia una búsqueda como si fuera un verdadero investigador”, resumió.
Sobre las diferencias técnicas entre trabajar en 2D y 3D, Zoe explicó: “En 2D animamos a mano. No hicimos rigging (el proceso de crear un esqueleto digital que permite mover un personaje 3D). Es otra lógica. En Lucas usamos pocos fotogramas para que el movimiento se sintiera fluido, pero con un estilo simple. Además, al ser mudo, fue clave trabajar el acting de los personajes”.
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El diseño de personajes fue una de las etapas más analizadas por los estudiantes. “Hay una psicología del diseño”, señaló Sebastián. “Si un personaje es redondo, transmite ternura como el primer Pikachu; si tiene formas triangulares, da sensación de dinamismo o peligro como Sonic. Y el color también importa: el azul se asocia a la tristeza como en Intensa-Mente, el amarillo a la alegría. Todo eso se estudia”. Zoe sumó: “El diseño de personajes es una construcción entre el guion y la animación. Hay decisiones que se definen con el movimiento, con cómo camina o gesticula un personaje”.
María, además, destacó el aporte subjetivo que cada realizador deja en la obra: “Aunque adaptemos estilos, siempre se cuela un poco del estilo personal del diseñador o directora de arte. Y eso también enriquece el resultado final”.
Más allá de lo técnico, todos coincidieron en la dimensión emocional del proceso. “Cada corto es una experiencia emocional. El proceso es largo, a veces agotador, pero ahí está lo mejor. Cuando se termina, es como soltarlo”, confesó Sebastián. María completó: “Cuando lo ves en pantalla por primera vez te pasa algo raro: en vez de disfrutarlo, empezás a ver todas las fallas. Pero cuando escuchás al público decir que se entendió lo que querías contar, sentís que valió la pena”.
La carrera, dijeron, no solo los formó como artistas, sino que transformó su forma de mirar el cine. “Después de cursar puesta en escena, ya no puedo ver una película sin pensar en los planos, la música, las luces”, contó María. Y reveló una nueva costumbre: “Yo miro los créditos ahora. Me fijo quién hizo qué, quién no está acreditado. Si me gusta una parte de la peli, busco a esa persona y la sigo en Instagram”.
“La primera vez que vi Kung Fu Panda 2 me explotó la cabeza”, recordó Zoe. “Mezcla 2D y 3D, tiene una paleta de colores increíble. Me di cuenta de que todo cuenta una historia: los colores, el sonido, los movimientos. Eso me marcó mucho”.
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Sebastián, por su parte, reflexionó: “Yo era fanático de Ben 10. De chico armaba los personajes con papel. Nunca pensé que iba a estudiar animación. Yo venía del palo de la historieta. Pero cuando entré a la carrera me enamoré de la animación”.
También compartieron qué valoran del ámbito académico. “Me gusta mucho preguntar. Y en la ENERC encontré docentes que no solo saben, sino que están dispuestos a compartir lo que saben”, dijo Sebastián. Además, destacó el nivel profesional de quienes enseñan: “Muchos son profesionales en la industria. Siempre tienen buena disposición, te responden todo. Y si no lo saben, te derivan a alguien que sí”.
Zoe resumió el espíritu formativo de la carrera con una frase que también funciona como consejo para futuros animadores: “Mirá todo. No solo animación. Mirá cine, hablá con tu familia, escuchá historias. Todo sirve para crear. Todo puede convertirse en animación”.
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La ENERC abrió esta especialización en Animación 3D y Tecnologías Digitales como parte de su proyecto federal de formación pública y profesional. Allí, los estudiantes aprenden a intervenir en todas las etapas de producción, incluyendo nuevas áreas como efectos visuales, realidad mixta y videojuegos. “Lo que más me gusta de la carrera es cómo nos enseñan a dar vida a lo que dibujamos. Es como crear un alma”, dijo Zoe.
Actualmente, los tres —María, Sebastián y Zoe— residen en Comodoro Rivadavia, donde continúan desarrollando sus proyectos personales y académicos. Antes de cerrar la entrevista, compartieron un mensaje para quienes sueñan con dedicarse a esto: “No es imposible. La carrera está, el espacio está. No hay que irse a otro país. Acá hay docentes, hay formación, hay un lugar para quienes quieran contar historias desde la animación”, afirmó Sebastián. Y María concluyó: “Parece cliché, pero no dejes el sueño. Lo que pensabas que era inalcanzable, puede ser tu vida. Para mí, esto es un sueño que se volvió objetivo”.