La revolución que provocó Gallardo con su regreso a River generó un estado de ilusión y optimismo constante en el hincha. El Muñeco firmó y muy rápidamente, más allá del amplio mercado que habían hecho a pedido de Demichelis, se sumaron cuatro refuerzos top: Pezzella, Acuña, Bustos y Meza. Muchos creyeron que esa combinación de jugadores de calidad más el entrenador más la camiseta les daba chapa asegurada para estar peleando la Copa Libertadores, pero la realidad les pegó una trompada.
La falta de tiempo de trabajo, comenzar en medio de una competencia y las presiones en pleno proceso de formación son atenuantes para evaluar la falta de mejora en el juego de un equipo que cerró un año de irregular a malo.
Ahora, en el 2025 tiene que salir a jugar el Muñeco. Ya tiene incorporaciones, con algunas de súper elite como Montiel, Enzo Pérez, Martínez Quarta, Driussi, el chileno Tapia, Galoppo y Matías Rojas, con Esquivel muy avanzado. Así, Gallardo sumó 12 jugadores en total desde que inició su nueva etapa, y entonces las responsabilidades cambian bastante.
Las espaldas de Gallardo son más grandes que el nuevo Monumental. La confianza que se le tiene no le quita que ahora debe aparecer la muñeca del Muñeco. Todos sueñan con ver esos equipos que armaba el DT, que imponían condiciones en todas partes. Que llevaban un ADN reconocible de pies a cabeza, con tanta jerarquía individual como colectiva.
Ese River tan predecible como impredecible a la vez: que más allá de contar con una línea clara de juego, mostraba matices específicos según la ocasión lo pedía. En definitiva, los caminos que llevaron a que el técnico se convirtiera en el más importante de la historia del club.
La lógica no suele llevarse bien con el fútbol, pero son más las veces que gana el que juega mejor que las que no lo hace. En especial, cuando se analiza más que un partido: un torneo. Y en el 2024, River terminó en rojo por todos lados: sin juego, sin resultados, sin identidad, sin títulos relevantes.
Ahora le toca salir a la cancha al Muñeco.
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